Guy de Maupassant logra retratar en esta novela y de una manera absolutamente veraz a un hombre sin escrúpulos que se envilece paulatinamente a medida que asciende en la escala social. El creciente materialismo de Georges Duroy (más tarde Du Roy) deja poco espacio en su espíritu para consideraciones de orden moral, y esa (de)gradación es la que recoge con destreza el autor a lo largo de la novela. El egoísmo como filosofía personal, el orgullo y el convencimiento de que se puede pisotear a quien convenga son las señas de identidad de perfecto arribista que no conoce el remordimiento.
Un cuadro magistral y realista que penetra en la psicología de los distintos personajes que fluyen en una historia ambientada en el París del XIX donde las convenciones sociales de las clases privilegiadas son las cómplices de un bon vivant que se complace en la destrucción del alma humana ayudado en parte por un carisma innato y que no recibe castigo alguno por parte del autor, que le brinda un final acorde con su trayectoria y sin más drama que el sufrido discretamente por las damas que le acompañan en su periplo vital. Todo un retrato social de la época.