viernes, 23 de diciembre de 2011

La insoportable levedad del ser

M. Kundera
En los dos primeros capítulos que sirven de prefacio a la narración de la historia de una pareja, Milan Kundera se sirve de la idea del eterno retorno de Nietzsche para tejer una reflexión sobre la carga que suponen todas nuestras acciones.
"Si cada uno de los instantes de nuestra vida se va a repetir infinitas veces, estamos clavados a la eternidad como Jesucristo a la cruz. La imagen es terrible. En el mundo del eterno retorno descansa sobre cada gesto el peso de una insoportable responsabilidad. Este es el motivo por el cual Nietzsche llamó a la idea del eterno retorno la carga más pesada".
Esta afirmación del filósofo alemán no ha estado comprendida por sus predecesores. A lo mejor no deberíamos tomar esta teoría de modo literal. Puede que Nietzsche se refiriera a que nada se olvida, y por lo tanto, todo vuelve. Un hecho amargo volverá amargo. Por lo tanto más nos valdría construir instantes cuyo recuerdo dulcifique este futuro retorno que es la memoria. Lo grave es que es difícil, por no decir imposible, que todas las historias sean placenteras, sin carga alguna. Con esto, adquiere sentido la siguiente cita de Kundera:
"Cuanto más pesada sea la carga, más a ras de tierra estará nuestra vida, más real y verdadera será.
Por el contrario, la ausencia absoluta de carga hace que el hombre se vuelva más ligero que el aire, vuele hacia lo alto, se distancie de la tierra, de su ser terreno, que sea real sólo a medias y sus movimientos sean tan libres como insignificantes.
Entonces, ¿qué hemos de elegir? ¿El peso o la levedad?"
"Parménides respondió: la levedad es positiva, el peso es negativo.
¿Tenía razón o no? Es una incógnita".
A partir del tercer capítulo, el autor nos adentra en la relación de una pareja, en la vida de dos seres cuyo destino de complace en no dejarles libres de cargas. Son dos seres condenados a sobrellevar el peso de una compañía que no les da sino dificultades, pero se aferran a ella como el sediento al manantial. De ello se extrae que sin problemas, sin contrariedades, sin renuncias, la vida carece de sentido. La levedad, un destino de absoluta placidez, lejos de la realidad a veces cruel, no lleva sino al vacío. El ser necesita cargas, hacer sacrificios para saber que es capaz de soportarlas, para sentirse útil, para saber que está vivo y que tiene que pasar a la acción. Lo bueno de todo ello es que el pasado no se olvida, pero al recordarlo, cuando es la hora del retorno, su repercusión cambia. La perspectiva temporal, el distanciamiento, nos devuelve las realidades pasadas más dulces, atenuadas por la pátina de Cronos. Luego llegará el momento de repasar lo hecho y constatar que ha valido la pena:
"Para ti tu trabajo lo era todo, mientras que yo puedo hacer cualquier cosa y me da exactamente lo mismo. Yo no perdí nada. Tu lo perdiste todo.
-Teresa -dijo Tomás-,  ¿no te das cuenta de que aquí soy feliz?