Francesco Petrarca (1304-1374), considerado el primer humanista de la historia moderna, nos legó un delicioso tratado: De vita solitaria, donde recurre al género epistolar para argumentar primero las bondades de la soledad como refugio ideal de sabiduría y virtud, y para ejemplificarla después tomando modelos de hombres (religiosos, paganos y míticos) que eligieron esta forma de vida.
La tesis final de la obra es la de proponer la soledad como la única base a partir de la cual se posibilita el verdadero diálogo con el yo, y por tanto, el encuentro de la plenitud intelectual y espiritual.
Es un libro totalmente contemporáneo en el aspecto de que permite reinterpretar el positivismo de un estado (la soledad) no deseado e incluso condenado por la sociedad actual. El que aprende a disfrutar de la propia compañía no puede sentirse sino privilegiado. Y es que el ser humano, a través de los siglos, no ha perdido su esencia. Es posible vivir con austeridad, con sencillez, aunque no seamos ermitaños ni ascetas. La riqueza sólo se saborea cuando nos damos cuenta de que no la podemos tener más cerca, de que la llevamos a cuestas, y que sólo depende de nuestro ego ser capaces de encontrarla.
"La soledad sin los libros es un exilio, una cárcel, una tortura: pon en ella la cultura y resultará la patria, la libertad, una fuente de placer."